El flamenco, historia, palos y protagonistas

La taranta

Etimológicamente la palabra "taranta" proviene de "tarantela" (música) o de "taranto", gentilicio popular con que, a veces, se designan a los naturales de Almería. Según el "Vocabulario Andaluz de Alcalá de Wenceslada", el término "taranta" designa una canción peculiar de Almería.

Su copla es siempre una estrofa de cinco versos, como la malagueña, repitiendo también uno de ellos (el primero o el segundo):

Quiéreme que traigo capa,

y sombrero de lorquino,

camisa con cinco tapas,

pantalón de paño fino,

y botonadura de plata.

Es un cante esencialmente levantino que no presenta, en cuanto a sus formas, la menor analogía con los cantes flamencos propios. Sus variantes no son creaciones personales, sino modalidades (poco diferenciadas) de tipo local o comarcal. La "especie" más definida y diferente es el "taranto", cuyo acompañamiento de guitarra sigue un compás de ritmo bien acentuado y característico. Las tarantas, en cambio, son libres y sin medida. Este cante es, sin duda, el que funciona como patrón musical de los cantes de las minas.

Según Faustino Núñez: El antecedente musical de la taranta puede situarse en el aflamencamiento de algún fandango de Almería. Los estudiosos coinciden en señalar tres etapas fundamentales en su proceso de formación (1880-1920):


  1. Emigración de Jaén, Granada y Almería, en torno al 1890, a las minas murcianas.

  2. Fusión del fandango de Almería con murcianas, malagueñas, fandangos de Lucena y el llamado "cante de madrugá".

  3. La aportación definitiva de Antonio Grau Mora, "Rojo el Alpargatero", cantaor alicantino que, a finales del siglo XIX, dotó de estética flamenca a las estructuras musicales del fandango almeriense-murciano, de origen popular. La taranta tuvo su auge durante el primer tercio del siglo XX. Las aportaciones almerienses a la taranta se producen a través de cantaores como el Cabogatero, el Ciego de la Playa, Pedro el Morato y Concha la Peñaranda, residente en La Unión, que cantaba en Sevilla hacia 1884".


Julian Pemartín coincide con el criterio, ya expuesto, de que "la taranta sería una derivación del fandango de Almería, el cual se traslada a las regiones mineras". Y, posteriormente, hace esta distinción: "en el proceso de su desarrollo va diferenciándose en `taranta minera`, propiamente dicha, más impregnada del ambiente fatigoso de las galerias y socavones, es un cante sobrio, de tercios cortos y angustiosos y la `taranta de superficie`, de tercios más largos, menos acongojados, más libres, y con algunos adornos". Y, finalmente, pone ejemplo de letras de cada una de dichas tarantas:













Minera
   
De superficie

Vengo de la carbonera

¡Mira lo que te he comprao:

Unas botas de cartera

con lo botones a un lao!

Te las pones cuando quieras.

   
Dile a mi primito hermano

por Dios que me dé la espuela

apareja el caballo tordo

que me han robao a Malena

¡Por Dios que me vuelvo loco!

Las letras de las tarantas son desciptivas, y se inspiran en aspectos diversos de la existencia humana, al igual que la generalidad de los cantes flamencos básicos. Su interpretación es un tanto libre en la medida de sus tercios, pudiendo recrearse el cantaor en alguno de ellos, según sus cualidades e iniciativa personal. Generalmente es un cante para escuchar. Cante duro, largo, sobrio, que se acompaña a la guitarra por arriba. Cante sin marcaje estricto al ritmo, que se presta a grandes exhibiciones vocales, al igual que ocurre con los demás estilos mineros.

Aparte de los cantaores ya citados, que estuvieron en un principio presentes en la creación y revalorización de la taranta, hay que citar a cantaores posteriores que se encargaron de divulgar este estilo; y así podemos citar a Manolo Escacena, Manuel Vallejo, El Cojo de Málaga, La Niña de los Peines, El Pena, Bernardo el de los Lobitos, Jacinto Almadén... entre otros intérpretes, que en la primera mitad del siglo XX mantuvieron a la taranta como estilo vivo. En años más recientes la taranta mantuvo su vigencia, aunque fueron pocos los cantaores profesionales que la incluyeron asiduamente en su repertorio; entre ellos podemos citar a Fosforito, Carmen Linares, Enrique Morente...

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Cante Flamenco.- Ed. Cinterco.
Faustino Nuñez.- Todo el Flamenco.- Club Internacional del Libro.
Julián Pemartin.- El Cante Flamenco.- Ed. Afrodisio Aguado.

DISCOGRAFÍA RECOMENDADA
Antología de la taranta.- EMI, 1992.
Por tarantas y tarantos- Hispavox, 1992.
Cante minero y de levante.- Sonifolk, 2003.

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